sábado, 25 de agosto de 2012

CUMANANAS AL MANGLAR II

 


   

 CUMANANAS  AL  MANGLAR II

 

 

 










Los manglares de Tumbes
son un dulce paraíso
llenos de encanto natural
porque Dios así lo quiso.
 
 
Tumbes, es la capital de los mariscos,
que son ricos manjares,
son sus manglares imágenes encantadoras
preciosidades  de colores estelares.

 
   
Me voy, me voy a pasear a los manglares
de la Villa Puerto Pizarro,
los recorreré palmo a palmo
aunque me ensucie las  patas con barro.
 
 
Parado en una rama del manglar,
estaba un simpático gaviotín
entonando una bella canción
con su mágico y fiel violín.
 
 
Por  la corriente del estero,

nadaba  lento un gracioso tamborín,
 
aunque su cintura es una  bola,
pero es un experto bailarín.
 
 
Conocí a una linda negrita,
cuando me bañaba en el estero,
con su mirar me robó el alma
yo le robé su cuerpo entero.


En el manglar me encontraba
 
por temor a ser hallada
pero, el hambriento me agarró,
abrió mi concha, y todita se la comió.
 
 
 
En el lodazal me propuse
 
buscar a la que el espíritu alegra,
pues  sabía que ahí estaba,
 
la vigorizante concha negra.
 
 


La garza y la tijereta
imploraban clemencia
al hombre insensato
las deje luchar por su existencia.

 

 
Señora luna,  señora luna
 
déjese de tonterías
no ande enamorando al manglar,
con sus insinuantes coqueterías.
 
 
 
A los animales del manglar,
mucho los hemos ofendido
debemos pedirles perdón
por nuestro comportamiento atrevido.
 
 

Mi compadre Filomeno,
en busca de conchas negras andaba
al cruzar el estero
se dio una tremenda resbalada.
 
 
Un sapo brujo le inyectó su veneno
mordaz y quemante,
el pobre quedó adolorido
y no había quien su dolor aguante. 
 
 
Agarrándose su pata hinchada
el hombre, maldecía con desespero,
le increpó muy serio el batracio
nunca más te metas  al estero
 
 
 
 
La fragata macho,
Infla el pecho rojo,
cuando la hembra está en celo,
y él  con todo el sofoco.
 
Ella alborotada escoge
al que su globo más se le erice,
para que  el afortunado macho
la desplume y la castice.
 





El pelícano enamorador y juguetón
molestaba a una simpática gaviota,
ella con desdén, delante de sus amigos
le dijo a ti no te doy pelota.
 
 

Tu pico  es bolsudo,
no usas calzoncillo
además vuelas muy lento
y no eres guapo como el halconcillo.
 
 
Muerto de vergüenza el pato
le reclamó tamaña grosería,
porque  su honor era ofendido
nunca lo habían tratado con vil huachafería.
 
 
Para que le cure el chucaque, el guanay
lo llevó donde la rezadora lechuza,
 
quien con santiguos, tomas y escupas le plantó la corredera,
 
tornándose su plumaje de terciopelo y gamuza.


 
 
 
La  arrogante gaviota
se sentía la divina pomada
y la reina del manglar,
por ser blanca y espigada.
 
 
Lo que no sabía era que el gavilán
al agacharse vio  su roto calzón
que disimulada lo escondía
pagando con burlas su pretensión.
 
 
Sintiéndose ofendida por tal descubrimiento,
 
no contenta  la  zamarra y empinada
alzó  con fuerza su ala
dándole al pelícano tremenda cachetada.
 
 
El noble palmípedo
y ofendido caballero,
no bien amaneció
Agarró su alforja y  levantó  vuelo.
 
La orgullosa sintió  amargor
por tan inesperada partida
quedó  muy triste llorando
y su alma  destrozada,  herida. 
 
Quería disculparse ante el hidalgo palmeado
pero fue muy tarde su arrepentimiento,
se quedó   sola y apesadumbrada
 
con mucha vergüenza y remordimiento. 
 
El domingo por la madrugada
el viudo de don Alejo
se fue al manglar
en busca del cangrejo.
 
 
El pillín,  en el hoyo preparado estaba
abrió su mordaz horqueta
mordió la mano del hombre,
con su tenaza inquieta.
 
 
Tal mordida fiera
no pensó que tanto le doliera,
ahora  jura no meter en el hueco su mano,
aunque de hambre se muera. 
 
En el lodazal de Puerto Pizarro,
 
vive el audaz cangrejo ermitaño,
se arropa en el cascarón de un caracol
sin hacerle ningún daño.
 
 
El solitario cangrejo
se cubre en un capullo arremolinado
moviéndose de un lado a otro
sin temor a ser atrapado.
 
 
El camarón, enamorado
de la bella  almeja
le declaró su amor
teniendo como testigo a la garceta.
 
 
El galante la ilusionaba
con  dulces versos de amor
que muy bellos y sensuales
se los recitaba con mucho candor.
 
 
Cada copla romántica
la floreaba con mucha pasión
pues añadía a su prosa
su alma eternizada en una canción.
 
 
 
Cada palabra del galán,
era como un filoso arpón,
se lo clavaba a su hembra
directo al corazón. 
 
Su alegría era plena
de sentirse rey y plebeyo
pues ella era la culpable
de sentir este amor muy bello.
 
 
En una noche de luna llena
ella  aceptó  una caricia;
él la besó con  suave encanto
convirtiéndose en instantes de dicha.
 
 
Después de un tiempo,
 
el colorado y la blanquiñosa
se casaron de palma y corona,
ella se  entregó virginal y dichosa
 
 
Impresionado por tan agradable sorpresa
vestido de elegante terno
le regala todos los días hermosas rosas
jurándole amor eterno.
 
Ahora van por la vida
llenos de felicidad
de la mano con rumbo seguro
hacia la  eternidad. 
 
Así termina esta historia de amor
que a la vida real se asemeja,
el idilio arrebatado de un  gentil barón,
con una romántica  y  bella princesa.
 
David Torres Celi
 
 
 




1 comentario:

  1. Hermoso ejemplo de ver la naturaleza, maltratada por el hombre ingrato y atrevido, que no sabe dar gracias al Creador por haber dejado en sus manos la custodia y disfrute máximo de este maravilloso planeta.

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