CUMANANAS AL MANGLAR II
Los manglares de Tumbes
son un dulce paraíso
llenos de encanto natural
porque Dios así lo quiso.
Tumbes, es la capital de los mariscos,
que son ricos manjares,
son sus manglares imágenes encantadoras
preciosidades de colores estelares.
Me voy, me voy a pasear a los manglares
de la Villa Puerto Pizarro,
los recorreré palmo a palmo
aunque me ensucie las patas con barro.
Parado en una rama del manglar,
estaba un simpático gaviotín
entonando una bella canción
con su mágico y fiel violín.
Por
la corriente del estero,
nadaba
lento un gracioso tamborín,
aunque su cintura es una bola,
pero es un experto bailarín.
Conocí a una linda negrita,
cuando me bañaba en el estero,
con su mirar me robó el alma
yo le robé su cuerpo entero.
En el manglar me encontraba
por temor a ser hallada
pero, el hambriento me agarró,
abrió mi concha, y todita se la comió.
En el lodazal me propuse
buscar a la que el espíritu alegra,
pues
sabía que ahí estaba,
la vigorizante concha negra.
La garza y la tijereta
imploraban clemencia
al hombre insensato
las deje luchar por su existencia.

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Señora
luna, señora luna
déjese
de tonterías
no
ande enamorando al manglar,
con
sus insinuantes coqueterías.
A
los animales del manglar,
mucho
los hemos ofendido
debemos
pedirles perdón
por
nuestro comportamiento atrevido.
Mi
compadre Filomeno,
en
busca de conchas negras andaba
al
cruzar el estero
se
dio una tremenda resbalada.
Un
sapo brujo le inyectó su veneno
mordaz
y quemante,
el
pobre quedó adolorido
y
no había quien su dolor aguante.
Agarrándose
su pata hinchada
el
hombre, maldecía con desespero,
le
increpó muy serio el batracio
nunca
más te metas al estero
La
fragata macho,
Infla
el pecho rojo,
cuando
la hembra está en celo,
y
él con todo el sofoco.
Ella
alborotada escoge
al
que su globo más se le erice,
para
que el afortunado macho
la
desplume y la castice.
El pelícano enamorador y juguetón
molestaba
a una simpática gaviota,
ella
con desdén, delante de sus amigos
le
dijo a ti no te doy pelota.
Tu
pico es bolsudo,
no
usas calzoncillo
además
vuelas muy lento
y
no eres guapo como el halconcillo.
Muerto
de vergüenza el pato
le
reclamó tamaña grosería,
porque su honor era ofendido
nunca
lo habían tratado con vil huachafería.
Para
que le cure el chucaque, el guanay
lo
llevó donde la rezadora lechuza,
quien
con santiguos, tomas y escupas le plantó la corredera,
tornándose
su plumaje de terciopelo y gamuza.
La arrogante gaviota
se
sentía la divina pomada
y
la reina del manglar,
por
ser blanca y espigada.
Lo
que no sabía era que el gavilán
al
agacharse vio su roto calzón
que
disimulada lo escondía
pagando
con burlas su pretensión.
Sintiéndose
ofendida por tal descubrimiento,
no
contenta la zamarra y empinada
alzó con fuerza su ala
dándole
al pelícano tremenda cachetada.
El
noble palmípedo
y
ofendido caballero,
no
bien amaneció
Agarró
su alforja y levantó vuelo.
La
orgullosa sintió amargor
por tan inesperada partida
quedó
muy triste llorando
y
su alma destrozada, herida.
Quería
disculparse ante el hidalgo palmeado
pero
fue muy tarde su arrepentimiento,
se
quedó sola y apesadumbrada
con
mucha vergüenza y remordimiento.
El
domingo por la madrugada
el
viudo de don Alejo
se
fue al manglar
en
busca del cangrejo.
El
pillín, en el hoyo preparado estaba
abrió
su mordaz horqueta
mordió
la mano del hombre,
con
su tenaza inquieta.
Tal mordida fiera
no pensó que tanto le doliera,
ahora
jura no meter en el hueco su mano,
aunque de hambre se muera.
En
el lodazal de Puerto Pizarro,
vive el
audaz cangrejo ermitaño,
se
arropa en el cascarón de un caracol
sin
hacerle ningún daño.
El
solitario cangrejo
se
cubre en un capullo arremolinado
moviéndose
de un lado a otro
sin
temor a ser atrapado.
El
camarón, enamorado
de
la bella almeja
le
declaró su amor
teniendo
como testigo a la garceta.
El
galante la ilusionaba
con dulces versos de amor
que
muy bellos y sensuales
se
los recitaba con mucho candor.
Cada
copla romántica
la
floreaba con mucha pasión
pues
añadía a su prosa
su
alma eternizada en una canción.
Cada
palabra del galán,
era
como un filoso arpón,
se
lo clavaba a su hembra
directo
al corazón.
Su
alegría era plena
de
sentirse rey y plebeyo
pues
ella era la culpable
de
sentir este amor muy bello.
En
una noche de luna llena
ella aceptó
una caricia;
él
la besó con suave encanto
convirtiéndose
en instantes de dicha.
Después
de un tiempo,
el
colorado y la blanquiñosa
se
casaron de palma y corona,
ella
se entregó virginal y dichosa
Impresionado
por tan agradable sorpresa
vestido
de elegante terno
le
regala todos los días hermosas rosas
jurándole
amor eterno.
Ahora
van por la vida
llenos
de felicidad
de
la mano con rumbo seguro
hacia
la eternidad.
Así
termina esta historia de amor
que
a la vida real se asemeja,
el
idilio arrebatado de un gentil barón,
con
una romántica y bella princesa.
David Torres Celi
Hermoso ejemplo de ver la naturaleza, maltratada por el hombre ingrato y atrevido, que no sabe dar gracias al Creador por haber dejado en sus manos la custodia y disfrute máximo de este maravilloso planeta.
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