EL SUEÑO APOCALIPTICO DE UN CARDO IDEALISTA
(Composición Ecológica)
Autor: David Torres Celi
Anoche soñé, de cuando en cuando, tengo arrebatos quiméricos de hundirme
en el mundo alucinante de mis pensamientos imaginarios, arrancándole a la
ilusión jactanciosa, sonrisas míseras de mi sombría existencia real. Es raro,
pero también me doy estos arbitrarios privilegios, me amnistío del mundo, y le
arrebato al sufrimiento, su generosidad irónica.
Soñé que vivía y sufría en la oscura soledad del páramo, impetuoso, con
brío procaz ingénito. Vivía y moría, abatido de dolor me retorcía, del opimo
flagrar perverso del rey ígneo. Vivía y moría, maldiciendo la servicia mordaz
de la indiferencia vil. De rato en rato, veía la vida anochecer y la muerte
amanecer y en mi confuso soñar pensaba que la vida y la muerte eran hermanas
gemelas, con el mismo corazón, pero con diferente alma. La una te da amor
infausto y la otra ternura nostálgica, las dos te dan felicidad etérea.
Entonces comprendí, que vivir y morir es dulce e injusto; celestial y efímero.
Sólo los privilegiados no nacen. Así, seguí soñando que la vida y la muerte, se
reconciliaban exultadas y fascinadas ante mí, aproveché de sus voluptuosidades
lujuriosas, para abrir una estría, y escapar al éter.
Cuando cabalgaba fugaz, en un manto de blanca espuma, cantos
apocalípticos de hermosas melodías, animaban mis ilusiones sacrílegas en mi
ascenso victorioso. Iba al encuentro con el Maestro Eterno, con el Hacedor
Universal. Un gozo indescriptible recorrió mi seráfica botánica, que llegó
hasta la congoja. ¡Qué belleza! ¡Qué dulzura! ¡Qué bondad! Una aureola
deslumbrante de gesto delicadísimos, cubrían su majestuosa figura. Me incliné
reverente a sus pies, me miró adorable y me extendió sus brazos, como el hermoso
cuadro de un niño dando una limosna. Trémulo me abalancé, me acogió en su seno
y me acurrucó, levanté la mirada para observarle su límpido rostro y vi las
huellas dejadas por la ingratitud pagana. Lloré desconsoladamente y él,
tocando mi lánguido cuerpo, me acariciaba. Cuando se calmaron mis ánimos, me
increpó. ¿Ya sé a qué has venido? Y con voz entrecortada por la emoción, le
contesté. ¡Maestro! ¿No escuchas mis lamentos? ¿Por qué me regalas amargos y
crueles sufrimientos, haciendo de mi vivir, noches perpetúas de mil
penalidades? ¿Por qué me haces andar por senderos profundos y tormentosos, que
hacen que aniden en mí, frustraciones y sentimientos de odio y rencor? ¿O es
que acaso mis filosas púas que cercenaron tus sienes, son las culpables de tu
tiranía divina? Después de escucharme con avidez, pero con firmeza me dijo:
Cuando hice el universo, dejé un lugar reservado, para algunos seres especiales
como tú, y los he hecho duros como el diamante, resistentes como el acero,
capaces de soportar las más feroces calamidades, las más crueles inclemencias,
pero también los he hecho tiernos, cariñosos, sentimentales. ¡No te he
olvidado!, sigo pensando en ti, y es por eso que te he dado la virtud de vivir
y morir al mismo tiempo. ¿Por qué te obsesiona la vida? ¿Por qué te abruma la
muerte? Si la muerte es la reencarnación de la vida y la vida es la
confirmación de la muerte. La vida es muerte y la muerte es vida.
De pronto desperté asombrado, renovado incentivando a mis hermanos
hualtacos, charanes, porotillos, zapotes, algarrobos.... a seguir en la brega
sin doblegar, para no darle tregua a la vida y dejar que la muerte descanse en
paz.
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