ODA AL PICAFLOR
Duendecillo audaz,
dulce ladrón,
de enjambres
embebidos con almíbares excitantes,
elíxires
aromáticos y manantiales exóticos,
con aromas a
fresas ariscas y zumo de limones silvestres.
Mítico amante,
zíngaro pretendido
que en noches
insomnes arrulladas de plenilunios,
y en albas
extraviadas en espejismos de penumbras,
buscas a las
flores con intensa pasión
y en extraño
frenesí, sin treguas y sin compasión
hacer añicos los
clamores de los pétalos excitados.
Tu existencia es
un mundo extraño, errante
donde habitan las
pitonisas y náyades.
Más allá de las
estrellas y la luna.
Más allá del limbo
de las profecías.
Allá, donde el
sol, colgado en los precipicios del silencio,
esculpe con
diamantes, los labios rosados de la luna.
Tu amor, es
plegaria gregoriana con cánticos homéricos,
de epopeyas,
mitos y tormentos de las diosas oceánidas,
náufragas en
presagios de amores prohibidos.
Es aflicción
de Huríes moribundas, gemidos de Amazonas seductoras,
y el
regocijo de musas iluminando el cubil de quijotes en
trance.
Tu plumaje es el
cielo, alfombrado con cristales de perlas,
bordado de
filigranas turquesas, empedrado con lentejuelas orquídeas.
Es lluvia de
pedrería malva y esmeraldas agua marina,
con fragancia a
hierbabuena, caña verde y canela hechizada.
Tu mirada
profunda, es chispa, brasa fuego, pasión,
sol, que
alumbra tras las cima de las montañas grises,
arrullada por
bosques de kantutas y ajuares de azucenas,
fulgores de
Perseidas y aleluyas de primaveras.
Preciosa criatura,
miniatura divina.
En tus alas
intrépidas se condensa la lluvia en rocío,
se enajenan los
gorriones jugando a ser gaviotas
y el canto
festivo del zorzal ilusionado
se regocija con
el retorno triunfal de las golondrinas.
En tu vuelo fugaz,
versátil, cual remolinos en bamboleos,
repican las
campanas con brincos agudos de fiesta
rociando de
belleza y sensualidad a las magnolias,
de encanto a
los jazmines y de tristeza a los otoños, que afligidos
desvalijan su
vida con llantos de soledad.
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