martes, 10 de diciembre de 2013

ELEGIA   A  UN   VIEJO   FAUNO

 
Árbol, viejo fauno,  luchador  tenaz en la hondonada profunda  y en la grieta solitaria de los terrenos indómitos. Veleidoso y desafiante en el pináculo de la loma arisca o  en la falda de la roca crispada. 

Es tu vivir, amaneceres soleados  de primaveras fragantes,  manantiales  de aguas satinadas, ambrosías  tentadoras exóticas. Bajo tu sombra, el relámpago, cual serpiente embrujada, zigzaguea relumbrones fulmíneos, erizando tu piel,  alumbrando tu  sonrisa feliz. Los ecos del viento, resuenan  extasiados en tu enramada, anunciándote con su sonoro reverbero preludios y ocasos. La lluvia obstinada, te regocija con  alegorías de su magia flamenca  y  parábolas de sus gotas plateadas, haciendo reverdecer los pastizales, que se empinan jubilosos a tu vera.  

En tus raíces, las hormigas rumorean ofuscadas y huyendo  despavoridas,  buscan la huella de su viejo camino. Los enamorados, trizan tus lomos nacarados, enardeciendo  las metáforas más sublimes de las tertulias inéditas del amor; y  en lo alto de tu copa, la temible avispa negra, se mece plácida, en su gruta empapada  de miel.
 
Es tu regazo, un bálsamo de esperanzas seductoras, donde  los grillos con chirridos delirantes, claman excitados  a su ninfa en celo. Los musgos, cual penachos, te visten de gala, agraciando y  enseñoreando con gallardía tu  patriarcal figura. La  enredadera enamorada de tí,  contorsiona sus lianas de oro y turquesa, con candidez se aferra  a tu encanto, se queda contigo sin  saborear otros destinos.  

En tu fronda, galopa sin  cesar el canto del gorrión errante; la flor  desnuda,  se baña  en las gotas cristalinas  del rocío y embelesada vuelve a retoñar; la golondrina compungida, reclama en secreto su martirio al Cristo; el colibrí, en la sincronía de sus alas, escudriña el acertijo de su mágico vuelo; la garza migrante se acuclilla triste, implorando venturas en  su   peregrinaje; y en lo alto de tus ramas, las lechuzas con sus gritos siniestros  asustan las noches  y en trance malévolo, invocan a los espíritus del más allá, trayendo  desgracias.

Desde la inmensidad, el sol  goza de su egolatría al  retratarse  en los espejuelos de tus hojas y  jactancioso se  sonríe  de los  espejismos que dramatizan  sus  resplandores cósmicos. El rayo flemático y bullanguero, chispea   su espuela candente al escuchar  los melismas  líricos de tus ramas abatidas por el viento, conmovido te bendice con alabanzas gloriosas. La mágica luna, desde su palacio celestial, te envía en su luz ramilletes de guirnaldas enternecedoras de burkas afelpadas, bordadas con finísimas hebras de auroras boreales, para  arropar tus sueños  aplacando los instintos lujuriosos de la estrella pretenciosa, quien despechada, derrama insufrible centelleos de besos inacabables, exacerbando los afectos más sublimes de tu amor apasionado;  hasta la diosa Eos, divinidad festiva del alba, de  cautivante belleza, de cabellos plateados, de piel blanquísima como el armiño, de ojos verdes esmeraldas y grandes como el firmamento, destinó a tu leyenda, loas redentoras de  bienaventuranzas.  

Se irá muriendo el tiempo  y tu existencia junto a él, de tus hojas, partirán palomas blancas con mensajes  de aromas a lamentos y a recuerdos temblorosos, de tu tronco, gotearán impacientes suspiros de esperanzas marchitas y de tu raíz, nacerán los clamores más desgarrados que sacudirán el alma inconmensurable de la eternidad. 

Vendrán potros dentados, montados por jinetes apocalípticos, cual mareas negras y turbulencias de odio, arrancarán a pedazos tu gloria y convertirán en guiñapos tu historia. Así, te irás desapareciendo lentamente, como truco de magia o como pálpito de estrella fugaz, cada vez será más triste y solitario tu andar; desesperado bramarás, maldecirás, uñarás el viento, hurgarás las nubes, arrancarás montañas,  te abrazarás al cielo; tu voz desfallecida  cruzará el universo,    derrotado    refugiarás tus sombras en las entrañas de la tierra, desapareciendo para siempre en mares  de  torbellinos de  olvidos despiadados. 

Los vientos rugirán atronadores,  devorando todo rastro de  existencia. El cielo llorará,  de sus ojos manarán diluvios  en estampida, que ahogarán  la tierra. Los volcanes vomitarán su agria saliva y   desplegando sus garras calcinantes, incendiarán la pradera, de la hoguera como río loco huirá el humo enlutando el firmamento, envenenando  hasta el último escondrijo de sus poros. Verdinegros nubarrones cubrirán  al sol,  asfixiando la obertura de sus colores divinos, afligido mirará hacia el atrás del  tiempo, donde  ardía feliz,  desconsolado  desaparecerá  por entre los  palacios imperiales de la inmensidad, ocultando eternamente su flama.  

Caerán las noches perpetuas como maretazos tenebrosos, de sus ojos las tinieblas arrojarán terror y  sobre el espectro de muertos, sonarán de ultratumbas carcajadas macabras de hienas hambrientas; fantasmas de buitres danzarán frenéticos, devorando los últimos girones de sus almas y  remolinos de vampiros   chuparán las últimas gotas de sus sangres. Las campanas,  redoblarán  su tañer plañidero de espanto, se  despertarán  las ánimas del infierno y del purgatorio, marcharán  harapientas y roídas rumbo a los  cementerios, se abrirán los sarcófagos, se  enterrará todo resto y sobre una sombría lápida,  la muerte exorcizada,  escribirá un postrero epitafio que rezará:
EN EL MUNDO SOBRABAN LOS HUMANOS.
 

Profesor: David Torres Celi
 
 



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