ELEGIA A UN VIEJO FAUNO
Árbol,
viejo fauno, luchador tenaz en la hondonada profunda y en la grieta solitaria de los terrenos
indómitos. Veleidoso y desafiante en el pináculo de la loma arisca o en la falda de la roca crispada.
Es
tu vivir, amaneceres soleados de
primaveras fragantes, manantiales de aguas satinadas, ambrosías tentadoras exóticas. Bajo tu sombra, el
relámpago, cual serpiente embrujada, zigzaguea relumbrones fulmíneos, erizando
tu piel, alumbrando tu sonrisa feliz. Los ecos del viento, resuenan extasiados en tu enramada, anunciándote con su
sonoro reverbero preludios y ocasos. La lluvia obstinada, te regocija con alegorías de su magia flamenca y parábolas
de sus gotas plateadas, haciendo reverdecer los pastizales, que se empinan
jubilosos a tu vera.
En tus raíces,
las hormigas rumorean ofuscadas y huyendo despavoridas,
buscan la huella de su viejo camino. Los enamorados, trizan tus lomos
nacarados, enardeciendo las metáforas
más sublimes de las tertulias inéditas del amor; y en lo alto de tu copa, la temible avispa negra,
se mece plácida, en su gruta empapada de
miel.
Es tu regazo,
un bálsamo de esperanzas seductoras, donde los grillos con chirridos delirantes, claman excitados
a su ninfa en celo. Los musgos, cual
penachos, te visten de gala, agraciando y enseñoreando con gallardía tu patriarcal figura. La enredadera enamorada de tí, contorsiona sus lianas de oro y turquesa, con candidez
se aferra a tu encanto, se queda contigo
sin saborear otros destinos.
En
tu fronda, galopa sin cesar el canto del
gorrión errante; la flor desnuda, se baña en las gotas cristalinas del rocío y embelesada vuelve a retoñar; la
golondrina compungida, reclama en secreto su martirio al Cristo; el colibrí, en
la sincronía de sus alas, escudriña el acertijo de su mágico vuelo; la garza
migrante se acuclilla triste, implorando venturas en su peregrinaje; y en lo alto de tus ramas, las
lechuzas con sus gritos siniestros asustan las noches y en trance malévolo, invocan a los espíritus
del más allá, trayendo desgracias.
Desde la
inmensidad, el sol goza de su egolatría al
retratarse en los espejuelos de tus hojas y jactancioso se sonríe de los espejismos que dramatizan sus resplandores cósmicos. El rayo flemático y
bullanguero, chispea su espuela
candente al escuchar los melismas líricos de tus ramas abatidas por el viento,
conmovido te bendice con alabanzas gloriosas. La mágica luna, desde su palacio
celestial, te envía en su luz ramilletes de guirnaldas enternecedoras de burkas
afelpadas, bordadas con finísimas hebras de auroras boreales, para arropar tus sueños aplacando los instintos lujuriosos de la
estrella pretenciosa, quien despechada, derrama insufrible centelleos de besos
inacabables, exacerbando los afectos más sublimes de tu amor apasionado; hasta la diosa Eos, divinidad festiva del
alba, de cautivante belleza, de cabellos
plateados, de piel blanquísima como el armiño, de ojos verdes esmeraldas y
grandes como el firmamento, destinó a tu leyenda, loas redentoras de bienaventuranzas.
Se irá muriendo
el tiempo y tu existencia junto a él, de
tus hojas, partirán palomas blancas con mensajes de aromas a lamentos y a recuerdos temblorosos,
de tu tronco, gotearán impacientes suspiros de esperanzas marchitas y de tu
raíz, nacerán los clamores más desgarrados que sacudirán el alma
inconmensurable de la eternidad.
Vendrán potros
dentados, montados por jinetes apocalípticos, cual mareas negras y turbulencias
de odio, arrancarán a pedazos tu gloria y convertirán en guiñapos tu historia.
Así, te irás desapareciendo lentamente, como truco de magia o como pálpito de
estrella fugaz, cada vez será más triste y solitario tu andar; desesperado
bramarás, maldecirás, uñarás el viento, hurgarás las nubes, arrancarás montañas,
te abrazarás al cielo; tu voz
desfallecida cruzará el universo, derrotado refugiarás tus sombras en las entrañas de la
tierra, desapareciendo para siempre en mares
de torbellinos de olvidos despiadados.
Los vientos
rugirán atronadores, devorando todo rastro
de existencia. El cielo llorará, de sus ojos manarán diluvios en estampida, que ahogarán la tierra. Los volcanes vomitarán su agria
saliva y desplegando sus garras
calcinantes, incendiarán la pradera, de la hoguera como río loco huirá el humo
enlutando el firmamento, envenenando hasta el último escondrijo de sus poros.
Verdinegros nubarrones cubrirán al sol, asfixiando la obertura de sus colores divinos,
afligido mirará hacia el atrás del tiempo, donde
ardía feliz, desconsolado desaparecerá por entre los palacios imperiales de la inmensidad,
ocultando eternamente su flama.
Caerán
las noches perpetuas como maretazos tenebrosos, de sus ojos las tinieblas
arrojarán terror y sobre el espectro de muertos, sonarán de
ultratumbas carcajadas macabras de hienas hambrientas; fantasmas de buitres
danzarán frenéticos, devorando los últimos girones de sus almas y remolinos de vampiros chuparán
las últimas gotas de sus sangres. Las campanas, redoblarán
su tañer plañidero de espanto, se despertarán las ánimas del infierno y del purgatorio,
marcharán harapientas y roídas rumbo a
los cementerios, se abrirán los
sarcófagos, se enterrará todo resto y sobre
una sombría lápida, la muerte exorcizada,
escribirá un postrero epitafio que rezará:
EN EL MUNDO SOBRABAN LOS HUMANOS.
Profesor: David Torres
Celi